Un día descubres que eres vulnerable, débil, casi nada. Que un soplo de viento podría quebrarte. Que estás reventando una estadística tras otra, yendo en contra de toda probabilidad al seguir vivo y sano. A todo esto se suma que te sientes inútil, torpe, impostor, y a ratos ni siquiera tienes claro si mereces la pena en algún ámbito de tu vida.
Y así, sin darte cuenta, llegas a descubrir que habías olvidado cosas, lugares, situaciones, personas, risas y colores, que hace tiempo te sentiste inmenso, vivo, indestructible. Que vas a caer a ese pozo muchas más veces pero vas a salir siempre. Y cada vez que sales, eres otro, eres nuevo pero sin perder tu esencia. Cada vez que sales te olvidas de que has salido, de que caíste, de que eres débil, de que fuiste fuerte.