A Rafa Chacón, alma de tango
El pibe llegó a Buenos Aires en una fecha incierta. Vino con ganas de quemarlo todo, de matarse a tangos y a milongas y aprender de los mejores. Fijate que a poco de llegar, ya casi se le había ido el acento. Y eso que tenía una voz que parecía un pozo solitario. Bailaba como solo bailan los genios y los locos, de una manera tan personal que pareciera que el quejido del tango se le hubiera incrustado en el alma. Ahora no hay quien dé con él. Es como si se hubiera vuelto a España de la noche a la mañana, sin decirle a nadie. Y sin embargo, ayer lo vieron bailando en lo de Viola, en el Canning. Para cuando puse el pie, ya no quedaba ni su sombra. ¿Y ese gallego que vino preguntando por él? Iba diciendo que no regresó al laburo, que lo dieron por desaparecido, no sé qué del consulado y que se vino acá a buscarlo. Suerte, le dijo con sorna un viejo en lo de Andretti. Que era amigo de la infancia y no se podía creer que lo hubiera dejado todo atrás. Cosas más raras se han visto. Y luego está lo que se rumoreaba en lo de Arribas. Que el pibe se había convertido en tango y ya solo rondaba las salas. ¡Como si estuviera atrapado en la música, loco!