Mientras caminas por el desierto, divisas una vía de ferrocarril. Hay un cambio de agujas. Es un tremendo golpe de suerte porque las vías te llevarán a una estación. A medida que vas llegando, distingues algunos bultos en las vías. Ya más de cerca, compruebas con horror que hay personas amordazadas y atadas a las vías. En la más próxima hay un hombre. En la otra, cinco personas. Antes de que puedas reaccionar, oyes el sonido de un tren que se aproxima. Entiendes que no tendrías tiempo de desatar a nadie, y tu única opción pasa por decidir si mueren cinco personas o una. Todos son adultos. Todos son desconocidos. Tu razonamiento es simple: salvar a cinco es mejor que salvar a uno. Accionas la palanca y dejas de mirar al tipo que te suplica con la mirada. El tren lo hace papilla con un sonido que no olvidarás. Cuando termina de pasar, las otras cinco personas ya no están en la vía, sino frente a ti, al otro lado, sonriendo. Despiertas. Hay una persona accionando el cambio de agujas para que el tren salve, una vez más, a cinco asesinos.