Dicen que ella pudo coger el libro de una de las dos salas de la Biblioteca del Sur al azar. Y que en ese libro sólo hubiera lecciones de álgebra.
Pero los hechos son mucho más complejos. Porque durante meses visitó la misma estantería y leyó el mismo libro. Ella, una persona cualquiera, una solitaria oficinista sin aparente interés por las matemáticas.
Un día de sol, de pronto, dejó de ir a la biblioteca. Todo se supo gracias al eficaz registro de préstamos: faltaba un desconocido tomo único, el libro de Métodos, que ya nunca se pudo recuperar porque su puerta no volvió a responder a las llamadas.
Microrrelato incluido en Lapso.