Entrevista a Eduardo Martos

Entrevista a Eduardo Martos | emartos.es

La entrevista que reproduzco a continuación es inédita. Por diversos motivos, no se ha publicado todavía, aunque su autor me ha autorizado a reproducirla.

ENTREVISTADOR: He leído gran parte de su obra, pero no encuentro motivos para sacarla a colación en esta entrevista, así que empezaremos hablando de otras cuestiones si le parece bien.
EDUARDO MARTOS: No, me parece un disparate, pero me vienen a recoger en hora y media. No tengo nada mejor que hacer.
EN: Perfecto, gracias por su amabilidad. Dígame, ¿es usted más de Nesquik o de Cola Cao?
EM: En esta etapa de mi vida, de café con leche. De pequeño, siempre fui de Cola Cao, pero hubo una época en la que solo tomaba Nesquik, supongo que porque en mi casa lo compraban. Es verdad que se diluye con más facilidad, pero es demasiado dulzón.
EN: Pero hay quien le echa azúcar al Cola Cao.
EM: Sí… Me pregunto qué agujero tienen en el alma.
EN: ¿Qué libro le ha marcado?
EM: No, por favor, ahórrese las preguntas de mierda.
EN: Lo siento, no era mi intención. A ver qué le parece esto. Si pudiera coger a un escritor, vivo o muerto, y meterlo en una obra, ¿qué tendríamos ante nosotros?
EM: A los vivos casi no los conozco. Supongo que metería a James Joyce en un libro lleno de situaciones incomprensibles, y a través de rendijas que se comunicaran con la realidad, le dejaría falsas pistas de que su libro es un best-seller y se entiende a la perfección. Creo que no lo soportaría.
EN: ¿Tiene usted algún ritual para escribir?
EM: ¿Me ha visto cara de gilipollas pretencioso?
EN: Tomaré eso como un no. ¿Qué piensa de las drogas como motor artístico?
EM: No creo que las drogas sean un motor de nada, pero en ocasiones son útiles para acallar los ruidos, tanto los de fuera como los que lleva uno dentro. Y entonces nos centramos en escuchar el pensamiento con más fluidez.
EN: ¿Cree en la musa, en la inspiración?
EM: No sé cuántas preguntas cliché lleva ya, pero empieza a cansar. No es que no crea, es que no hay tal cosa. La gente cree en el zodíaco y en estupideces así, pero eso no las hace más válidas.
EN: ¿Qué consejo le daría a un escritor que empieza?
EM: Que abandone. Si de verdad es un escritor, no me hará caso.
EN: ¿Qué encuentra usted en la literatura?
EM: Algo para leer.
EN: Perdón… Quiero decir qué valores, qué enseñanzas…
EM: Para mí, la literatura es un espejo en el que te puedes ver reflejado tal como eres, verte deformado porque eso que te cuentan no es como tú lo has vivido, o no verte porque te están contando algo que no has experimentado. Si lo hacen bien, te entran ganas de ir y hacerlo de nuevo o por primera vez, según el caso.
EN: ¿Se considera especial por escribir?
EM: No, claro que no. Cualquiera puede hacerlo. Esto no es como batir un récord de velocidad, que es algo que no todo el mundo puede conseguir. Lo que sí soy es más cabezota por haber tenido la santa paciencia de rellenar hojas y hojas con historias y poemas que no valían un duro, hasta que salió algo decente.
EN: ¿Qué define a un buen escritor?
EM: Ni idea, pero puedo decirle lo que define a uno malo, y es que intente adoctrinar o moralizar, y que aburra. De esos hay muchos, y venden una barbaridad.
EN: ¿Qué le parece ese auge de entrevistas no profesionales en las que alguien entrevista a su amigo escritor?
EM: Igual de absurdo que esta entrevista, en la que yo me estoy entrevistando a mí mismo y me trato de usted.
EN: ¿Le molestan las críticas sobre su obra o las encaja bien?
EM: Depende de quién vengan. En todo caso, si me parecen una chorrada, no me molesto en encajarlas: directamente las ignoro.
EN: ¿Cree que le sienta bien ese aire de perdonavidas?
EM: Nunca lo había pensado, pero me importa un carajo.
EN: ¿No teme herir sensibilidades?
EM: No, de hecho disfruto haciéndolo.
EN: ¿Cómo pretende entonces hacerse con una base de lectores fieles?
EM: Eso de «base de lectores fieles» suena repugnante. ¿Por qué iba a querer yo algo así?
EN: ¿Entonces no le importa no ser leído?
EN: Ni lo más mínimo. Además, tengo varios lectores fijos, empezando por mí y terminando por mi círculo cercano, a los que presiono sin piedad.
EN: ¿Qué me diría si le lanzo que su obra me parece plana y repetitiva?
EM: Que no la ha leído.
EN: Está bien, pasemos a otro bloque de preguntas…
EM: Le admito dos o tres más. En breve vienen a recogerme.
EN: Bien. ¿Es usted un escritor metódico?
EM: No. Y prefiero guardarme mi opinión al respecto. Soy bastante heterodoxo.
EN: ¿Cree que la literatura contemporánea está evolucionando hacia nuevas formas, o estamos regresando a los orígenes?
EM: No soy filólogo y apenas leo literatura contemporánea, así que no le puedo responder.
EN: Ahí va la última pregunta. ¿Cree usted que la literatura es una oportunidad para perdurar eternamente?
EM: No, en absoluto. Nos alarga la vida un poco. Pero hay dos límites. El primero es el significado de las palabras. Llegará el día en que nadie entienda la Odisea. El segundo es que no hay un soporte indestructible. Podríamos llenar el universo de copias y copias de libros, pero algún día todo se destruirá o se congelará para siempre. Y aunque alguien llegara después, estaría el primer límite. Las palabras no duran para siempre.
EN: Muy bien, muchas gracias por su tiempo. Espero tener ocasión de volver a entrevistarlo en el futuro.
EM: Gracias a usted, aunque no lo creo. Me pone nervioso esa tendencia a parecer un intelectual. Además, hemos hablado de casi todo. No sé si habría material para una segunda entrevista. Que tenga un buen día.
EN: Adiós.