Las bolas de Francón

Las bolas de Francón | emartos.es

—Escúchame atentamente —dijo el anciano—. Lo que te voy a contar ahora no es solo el acontecimiento más importante de nuestra historia, sino también la clave de nuestro futuro.
El joven lo miraba embobado.
—En aquellos tiempos, el país tenía un presidente cosmético en todos los sentidos. Era una cáscara vacía. Se dedicaba a decir veleidades y no solucionaba nada. Su mayor obsesión durante su breve mandato, fue desenterrar los huesos de… no sé si debo decir su nombre. En estas tierras, está prohibido. Acércate.
El joven se acercó y escuchó con atención.
—Fran-co —susurró muy despacio el viejo—. Sus restos reposaban desde su muerte en el Valle de los Caídos, un lugar con extrañas propiedades geofísicas y capacidad de alterar cualquier instrumento tecnológico. Allí las cámaras de foto y vídeo fallaban. Los móviles se volvían locos. Y las brújulas, por supuesto. Conozco a un medium que visitó el panteón, y cuando le pregunté qué vio o sintió, me miró muy serio y bajó la vista como quien necesita olvidar algo atroz.
—¿Y qué pasó? —preguntó el muchacho.
—Sánchez —prosiguió—, el indigno que puso al que tú ya sabes al servicio de sus oscuras intenciones, y su aquellare de ministros, decidieron inhumarlo e interrumpir su descanso eterno. Hubo dificultades legales. El prior del Valle de los Caídos luchó hasta el final, como el Caballero del Santo Grial en Indiana Jones y la Última Cruzada, pero todo fue en vano. Tras ganar las elecciones, Sánchez el miserable consiguió interrumpir el sueño de quien tú ya sabes. Pero cuál no sería su sorpresa cuando, al sacar sus restos al exterior, un fuerte temblor de tierra cegó la entrada al panteón… Para contarte lo que vino después, necesito un trago.
El chico le acercó la bota de vino y el viejo casi la dejó seca.
—Gracias, chaval. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! En ese momento, un rayo que venía directo del cielo iluminó el féretro, que se abrió de súbito. Sus restos empezaron a elevarse ante el estupor de quienes lo trasladaban. Cuando estaban a unos cincuenta metros de altura, se escuchó un grito: «¡Españooooleeeees!», y acto seguido, los restos se dispersaron por el mundo.
—¿Pero qué coño? —interrumpió el chaval.
—Sabía que no me creerías. Por eso tengo que mostrarte este documento. Es un archivo clasificado del Ministerio del Interior. Lo conseguí sobornando a un viejo comisario en excedencia, que es como se hacen las cosas en este país. Lee, lee.
El documento describía, con todo lujo de detalles, un diabólico plan para recuperar los restos e invocar al espíritu del innombrable. Al parecer, cuando los restos volvieran a estar juntos, su espíritu se aparecería y concedería un deseo al que lo hubiere conjurado. Pero no un deseo cualquiera. Solo se podía elegir entre dos opciones. Erradicar a la izquierda o a la derecha. Y sería una erradicación total. Instituciones, partidos políticos, personas, subvenciones, propaganda electoral… ¡Todo!
—Como puedes imaginar, Sánchez quiere invocarlo para hacer desaparecer a la derecha de la faz de la tierra. Tú y yo dejaríamos de existir.
—No, yo no —aclaró el joven—. Yo soy liberal. No me va ni la izquierda ni la derecha. Ninguno baja nunca los impuestos ni reduce competencias estatales.
—Menudo hijo de puta estás hecho —replicó el viejo—. Al menos, hazlo por tus convicciones. Como liberal, estás a favor de que existan otras opciones de pensamiento, ¿verdad?
—Hombre, el comunismo… ¡Es coña! Sí, sí, me parece horrible todo eso. ¿Pero qué puedo hacer yo para detener a un gobierno, con la de pasta que manejan?
—Tú eres especial, chico. Tienes poderes que ni imaginas. Ese rabo que tienes en la espalda es una señal. Además, yo te entrenaré.
—¿El rabo? Eso es una mutación genética.
—Bueno, olvida el puto rabo. ¿Me vas a ayudar o no?
—Te respondo mañana por la tarde. A primera hora tengo examen de Historia y tengo que estudiar.
—Vale, vale…
El viejo se quedó pensativo, recordando los tiempos en los que podía apagar incendios con un juego de manos muy vistoso. Se preguntó si el chaval tendrá el coraje necesario para afrontar una misión casi suicida.

Nota bene: Esta historia continuará si @blablatecario y @emartos, o alguno de los dos, así lo quieren. Hacerles ofrendas en Twitter puede predisponerlos a escribir secuelas.