Porque una noche de verano eras un tronco inquebrantable y a la mañana siguiente, sentiste que el frío podía partirte en dos el alma, los planes de futuro y el cuerpo bendito. Nunca ahorraste fuerza porque te sobraba, y ahora que te falta, te arrepientes con amargura y tratas de buscar anclajes en un intelecto que escasea. Tú eras la potencia, el alfa, el invencible. Y ahora que todo eso te ha abandonado, te sientes incapaz de encontrarte en tus cosas, en tus frases, en tus pensamientos poco elaborados.
Ahora eres frágil. Y ese dolor lleno de miedo limpia y cura.