Capullo

A veces me gusta pararme en el arcén de mi vida y mirarme desde un lado, a lo lejos. Bueno, en realidad no me gusta. Me desagrada. Pero aun así lo hago porque creo que debemos mirarnos cuando no sabemos que nos miran. Ahí es donde somos nosotros mismos, que en muchos casos es alguien despreciable y grosero, falto de todas las virtudes que cree poseer. La vergüenza es tan profunda que me provoca espasmos musculares y me obliga a cerrar los ojos aunque sepa que voy a seguir viéndome cometer estupideces.

Así que, aunque intento ser un poco mejor cada día, o al menos en el promedio de la semana (hay días que uno, sin querer, retrocede), a ratos sigo siendo un capullo sin remedio.