Un día miras hacia arriba, ves a tus padres sonriendo y sientes (no lo sabes, no lo piensas) que te quedan miles de carreras que dar mientras corres encorvado detrás de tu hijo y recuerdas vagamente que tú también fuiste así de feliz, y entonces tu hijo descuelga el móvil con voz cansada y te regaña porque hoy no es domingo, sino viernes, hoy es viernes y no tiene que darte explicaciones de nada.