Sintió que se moría y contuvo la respiración para evitar irse del todo. Así, quedó entre la vida y la muerte: viendo y oyendo y sintiendo frío y calor, pero sin poder moverse, sin poder hablar. Vivía en la más completa soledad, nadie llamaba nunca a su puerta. Nadie encontraría jamás su cuerpo eternamente moribundo.