Las horas felices

A Julio

¡Quiero decirte tantas cosas! Mi alma entera rebosa de abruptas emociones indescriptibles, todas ellas desconocidas y fascinantes. En ti está mi vida nueva, mi anhelo de futuro, toda la enseñanza pura que, aun siendo escasa, deseo transmitir. No me sobran las horas, pero cuando son para ti se hacen pequeñas eternidades en secreto, momentos irrompibles que transcurren en las silenciosas estrellas, en el fondo del océano, en las altísimas montañas de los cuentos, salpicadas de mágicos bosques y de cascadas relucientes.

Me da miedo esta felicidad. Este abismo de ilusiones y de momentos que nos esperan como sencillas cajas de sorpresa. En tus ojos descansa mi inmortalidad, pero también mis límites. Con cada uno de tus descubrimientos, con cada sonrisa tuya, descubro una nueva grieta en la aparentemente sólida construcción de mis creencias. Y de ellas brota un amor tan inmenso, una felicidad tan abrumadora, tantas ganas de abrazarte…

Sólo a veces puede uno ver toda su vida como una sombra arrojada y desnuda. Sólo a veces recuerdo que lo importante no es la sombra, sino quien la proyecta.