Impostor

Te miras, por dentro o por fuera, y no te reconoces del todo. No es una disociación completa. Es solo que ves a alguien conocido pero distinto. Y al tiempo, desagradable. No te gusta su gesto, su actitud, su pose. Porque es una pose. No es auténtico. Lo finge casi todo. Finge que finge. Añoras al que eras de niño, cuando las traiciones no existían, cuando las preocupaciones te eran ajenas, cuando bastaba con estar y reír. Y ese niño sigue ahí, en el fondo de la mirada, sepultado por capas de hipocresía, de cinismo, de conveniencia. Y de una estupidez abismal. Pero hoy te has despertado con ganas de quebrar cercas y de darle una patada en los huevos a ese impostor que te suplanta. Una patada liberadora. Una patada catártica. Una patada de amor. Y por fin puedes abrazarte sin rencores.