Espera, pálida, no te pierdas en la noche.
Detente, ojos cálidos… de nuevo la noche.
Oscuro, errante, confuso, mi ser se adormece.
En vago sueño pierdo lo que me pertenece.
En ti, a lo lejos, recuerdo vanos instantes
de alguna época velada y sin duda evocada.
Por segunda vez el sueño me traiciona y quiebra
mi espíritu azotado por mar y agudas piedras.
Tenaz, vacilante, trémulo aniquilo el cristal
que me atrapa. Hallo mi alma en su muerte casual.
No olvido que acaso te quise; pero ya te odio.
Mis limpios ojos limpian la tiniebla de tu ser.
No te olvido, pues la muerte sabe que moriré.
También el tiempo, y en él, el llanto y el agobio.