Ahora que nadie me escucha, puedo decirte que ni siquiera en los momentos de silencio estás callado. Que no puedes esconderte en ninguna parte porque siempre habrá alguien que te encuentre. Y por lo tanto no puedes expulsar todo el llanto que te oprime el pecho con violencia. Que sabes que no hay ningún lugar en el que te esperen realmente, y con el tiempo sospechas que nunca lo hubo porque todo aquello que era, todo aquello que iba a ser, se ha ido desvaneciendo con la misma irrelevancia que una nube.
Ahora que nadie me escucha, puedo decirte que cada vez le importas menos a nadie, pero sobre todo a ti mismo. Es algo que sabes muy adentro pero no te atreves a encararlo. Cualquiera diría que es valor lo que te falta, pero tú y yo sabemos que no es eso. Lo que te falta es un propósito. Y he aquí lo que más te duele. Porque deberías tener muchos propósitos pero todos ellos te superan, te abruman y te hacen minúsculo e irrelevante.
Ahora que nadie me escucha, puedo decirte que vas a escuchar esto mucho tiempo, muchas veces, incluso después de haberte cansado, después de aborrecerlo. Después de haberlo olvidado creyendo que ya te ha llegado por fin el descanso.