A mi vecina Begoña
Me sentó bruscamente en algo duro. Hacía frío, sobre todo por la humedad del ambiente. Y olía a bodega. Seguramente estoy en una bodega, pensé. Por fin me quitó la venda de un tirón y pude ver dónde estaba. Era un sótano de hormigón sin pintar, con cajas de madera amontonadas por todas partes y una escalera desprovista de barandilla a mi izquierda. Enfrente había una mesa y una silla como la mía, y sobre la mesa, un revólver. Supuse que estaba cargado. No se preocupe, no llegaría a tiempo, sonó a mi espalda. En todo este rato no se había dirigido a mí. Además, se burló, está usted fuertemente atado. Es normal que no se haya dado cuenta porque posiblemente sus brazos no hayan recuperado todavía la sensibilidad. Seguramente se estará preguntando qué hacemos aquí, quién soy yo, qué pretendo… No tenga prisa. Admire este inigualable entorno. Respire el aire que se le ofrece a sus pulmones. No podría estar en un sitio mejor, ¿verdad? Dejó de hablar pero debió de quedarse quieto porque no lo escuchaba ni respirar. Seguí mirando todo lo que había alrededor para encontrar una manera de escapar, a pesar de mi clara desventaja táctica. Al rato lo escuché moverse, pero por más que giraba la cabeza, no conseguía dar con él. Me lo imaginaba recio, de rostro ancho y seco, facciones cortantes, con una gabardina a lo Sam Spade, posiblemente un sombrero de ala corta y pelo cano con un corte impecable. Sus ojos, por supuesto, eran fríos y escrupulosos. No tenía claro si era alto o bajito. Bien, bien, dijo pausadamente. Está usted aquí para recibir un premio. Escribe usted un blog, ¿verdad? No, no se alarme. No se trata de ningún tipo de censura: lo que usted escribe no es importante. No obstante, necesito averiguar primero una serie de datos. Deme seis o siete detalles personales que le identifiquen de manera inequívoca. Bueno, deme mejor exactamente siete detalles. ¿Pero de qué estaba hablando ese tipo? ¿Un premio? ¿Detalles que me identifiquen? Bien, interrumpió, aquí dice que escribió usted un libro, Lapso, que por ser clemente no tuvo mucho éxito. Ya tenemos una, muy bien. Se deduce que le gusta o que al menos lee a Borges, Jorge Luis, supongo. También escribía usted otro blog de nombre no muy original teniendo en cuenta lo que acabamos de descubrir. Estaba claro que estaba sacando todo eso de mi blog. Pretende usted, prosiguió, hacerse rico escribiendo. Si me permite un consejo desinteresado, dedíquese a otra cosa. @emartos es su cuenta de Twitter. Y según parece, también se dedica a la fotografía en una empresa llamada FILHIN. ¿Qué significado tiene ese nombre? En fin, no importa. Y para terminar con esta lista de siete detalles sobre usted, se nos muestra como uno de esos activistas digitales que creen que los contenidos son libres. Lista terminada. Veamos, ahora tengo que anotar quince… ¡Quince! blogs que usted sigue. Aquí va a tener que ayudarme. Me valen los nombres, Google hace maravillas. Sonó el clic de un revólver muy próximo a mi nuca y sentí el cañón lamiéndome la piel. El silencio se asentó en el sótano inmenso y empecé a sentir el corazón a la altura de la garganta, las sienes golpeando frenéticamente y la vista nublada. No era miedo, era algo distinto, más absurdo, más viscoso, más asfixiante. Una sensación que no se iría ni aunque me pegase un tiro a bocajarro. Si no le salen las palabras, dijo pausadamente, escriba las direcciones o los nombres aquí. Me extendió un cuaderno y un lápiz Staedtler Noris HB 2 desde atrás. ¿Estos son los de trazo duro o blando? ¡Qué importa! Tenía que pensar rápido en quince blogs que difícilmente podía recordar. Pero tenía que hacerlo. Empecé a garabatear nombres sin saber si llevaban a alguna parte, empezando por los recuerdos recientes. Crueldades afines. ¿Era así? ¿Qué hará este tipo si me equivoco? Da igual, tengo que intentarlo al menos. El ojo… ¡El ojo del gato, sí! ¡Otro más, sólo llevo dos! Con Letra Helvétika, éste me llama la atención por la k. Xenia García, éste lo había visto hace poco. Samuel Whitman, cargado de minimalismo. ¿Cuántos llevo? ¿Cinco? Me he quedado en blanco… ¿Titubea?, preguntó secamente. Carolina Villafruela, La Vecina, ¿cómo olvidarla? Daína Chaviano. ¿Era así? ¿No me falta alguna letra? Luego estaba ese otro blog del llanto… el llanto de un insecto… ¡Cuál era, maldita sea! ¿El llanto de las libélulas? Sí, sí, tiene que ser así. Bien, hemos terminado la parte más difícil. Ahora creo que puedo recordar los blogs más cercanos. La Posada de los Vientos, de mi amiga Rocío. Rudy Spillman y su Libro Abierto. Luis Vázquez Bonome y su mirada siempre al cielo. Ikitonet y su universo geek. ¿Cómo se llamaba el de Rafa? ¿Hace tiempo que pasó? No, no… ¡No! ¿Hace tiempo de esto? Sí, eso es. Zorg Espiral, espero que todavía exista. Curro también tiene o tenía un blog. Curro es Curro Huesa, pero ¿cómo era su blog? Aprendizajes de Curro… Aprendiz de Curro. Aprendiz de Curro, definitivamente. Bien hecho, dijo quitándome el cuaderno de la mano, ha sido usted muy amable. En teoría, debe usted dejar un comentario en cada uno de esos blogs para pasarles este maravilloso premio, pero no se preocupe, yo lo haré por usted. Como también elegiré, de entre estas quince direcciones, siete al azar, que serán… una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete. Mientras hablaba, sonaba el traqueteo de un teclado mecánico. Debo confesar que no entiendo muy bien el sentido de esta nueva selección, pero yo sólo cumplo órdenes. Veamos… Ya casi hemos terminado. ¿Está cansado? Da igual, no me responda. Dígame tres cosas que le gustan y otras tres que odie. No se engañe, todos tenemos gustos y repulsiones. Bien, esta vez no lo voy a poner sobre tanta presión. Noté el cañón del revólver hincarse con firmeza justo debajo de las costillas. La respiración volvió a agitarse, los pensamientos no se quedaban quietos, no había forma de conectarlos, de ordenaros, de concretar nada. ¿Sabe que un disparo a esta altura no lo mataría inmediatamente? Le dolería, y mucho, pero tardaría en morir. Se iría desangrando lentamente, sin poder hacer nada, aquí atado y solo. Después de todo lo que me ha confesado, ¿de verdad no quiere darme esa información? Verá, hoy me ha cogido de buenas y le voy a hacer un favor. Voy a deducirlas. Soy bueno deduciendo cosas de la gente, por si no se ha dado cuenta. En primer lugar, le gusta la sensación de miedo. Lo noto por cómo descansa sobre la silla. Está alerta pero no ha intentado escapar. Quiere saber qué viene después, quiere seguir saboreando el miedo, o eso que llamamos miedo a falta de una palabra más certera. También le gusta teñirlo todo de misterio, dejando entrever algo de usted sin que se vea del todo. Lástima que haya gente como yo, que apartamos con facilidad esos velos y miramos a la gente cara a cara. Irónico, ¿verdad? Adora el silencio, pero no sabe respetarlo. Yo tampoco, a qué engañarnos. Las cosas que odia tampoco serán difíciles de extraer. ¿Le molesta parecer plano? Sí, se nota en su actitud entre indiferente y arrojada, sin duda una pose bien ensayada. Odia que lo analicen como estoy haciendo yo ahora. Y por supuesto, detesta ser incapaz de controlar la situación desde un punto de vista puramente intelectual. Magnífico, parece que hemos terminado justo a tiempo. Ha colaborado usted según lo esperado. Dele las gracias a Begoña por el premio. Sabía que usted no colaboraría fácilmente y por eso recurrió a mí. Lo que me extraña es que le haya otorgado un premio de blogger versátil, cuando sus aportes no resisten una lectura de más de tres minutos, y eso siendo generoso. Volvió a sonar el clic del revólver. Lo siguiente que oí fue algo metálico cayendo a mi derecha. Era un trozo de tubería y un mechero metálico, con el que había estado haciendo el ruidito del demonio. Oí pasos y giré la cabeza hacia la izquierda. Sólo tuve tiempo de verle las piernas subiendo la escalera, mientras decía: ¡Ah, por cierto! No sé si un disparo debajo de las costillas lo habría matado lentamente, pero estaría bien averiguarlo. Y sí, efectivamente llevaba gabardina.
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[…] Tengo encomendado dejar un comentario en este blog para otorgarle un premio de parte de Eduardo Martos. Él no puede hacerlo porque, con casi total probabilidad, sigue encerrado en el sótano donde lo […]