No tiene sentido empeñarse en cruzar océanos cuyas aguas podrían no ser ni siquiera agua. Hay uno dentro de ti que te empuja a arrojarte y nadar y otro que dice no merece la pena, nos ahogaremos los dos, mejor quedarse con la duda. A ratos se ignoran. A ratos se pelean a navajazos. Pero son inmortales y eso es lo que resulta insoportable. No poder matar a uno, al que sea. Matar al que duda y saltar al agua y llegar a la otra orilla o ahogarte, o matar al imprudente y que la incertidumbre te queme el pecho y te consuma las ganas, el futuro, las intenciones.