Crudo

Lo vio ahí acurrucado, pasando frío en esa noche de invierno, y en lugar de pensar como la mayoría, se acercó a él y lo invitó a dormir en su casa. Le preparó la cena, le dio toallas y ropa limpia y le ofreció una cama. En los ojos del mendigo brillaba una luz que el anciano interpretó como agradecimiento. Se fue a dormir satisfecho. En pago por sus favores, el mendigo lo asfixió con la almohada y le robó lo poco de valor que tenía. Lo dejó ahí tirado, sin mirar atrás. Al menos, estaba a cubierto del raso.