¿Qué hay de nuestras miserias, las más recónditas e inconfesables? ¿Venimos, quizá, a exigir las cenizas de lo que seremos? ¿Nos conformamos con gritar hasta la afonía, con mirar sin ver del todo? ¿Nos dará nadie las respuestas que anhelamos sin quererlas realmente?