La noche repta sobre tu cama y se te mete entre las sábanas. Te cuenta que ahí fuera, a lo lejos, hay lugares llenos de sensaciones agridulces. Le dices que muchas de ellas son viejas conocidas y que prefieres seguir durmiendo. Quizá estás abrazando la comodidad de la madurez. O quizá ya consumiste droga nocturna para siete vidas. La noche insiste. Quiere hacerte el amor. Pero tú no tienes ganas de quitarte los calcetines a esta hora. Uno mañanero, le prometes.