Entró en el ascensor con su bebé en brazos, tratando de no despertarlo. Hacía rato que había caído la noche y quería llegar a casa. Necesitaba llegar a casa. Pulsó el botón con ese cero que bien podría ser una O, y el ascensor comenzó a descender. Le pareció que tardaba más de lo habitual, pero no se había detenido: seguía bajando. Ya tenía que haber llegado a la planta baja, pero el ascensor continuaba su descenso monótono. Lentamente, la cabina se detuvo y sonó el timbre de la puerta. Ante sus ojos se abría el Infierno, vacío de todo y repleto de cosas, ya con la noche bien entrada, su bebé en brazos, su indefenso bebé en brazos.
Microrrelato incluido en Lapso.