Savage

No era necesario ni sabíamos lo que vendría justo después. Todo era dejarse ir entre toboganes de alta fricción, y así casi nada funciona. Quién sabe qué nos cambió las ganas de despedazarnos mutuamente. No creo que fuera el cansancio. Ni la monotonía. Tuvo que ser la noción de que al final no había un éxtasis ni una recompensa. Que íbamos a terminar por apagarnos sin hacer ruido. Y eso no hay salvaje que lo tolere.